lunes, 25 de febrero de 2008

Will you be my Valentine?

Porque esto hay que escribirlo.

Hay mucha gente que me conoce, (menos que me quiere, pero no vayamos a ese punto) y sabe lo triste y gruñona que me ponía cada 14 de febrero desde que soy un ente en sus vidas.

Bueno, la razón de eso era simple, y no eran los regalos específicamente, sinceramente, creo que el 99% del merchandising de esa fecha es basura melosa y de poca fineza, absolutamente kitch, prefiero las cosas originales, que demuestren la preocupación por la pareja, es algo así como las frases hechas con las que algunos hombres conquistan a sus respectivas parejas, jurando que se lo creerán –y no falta la pava descerebrada que cae redonda-.

Seguramente alguno conocerá a alguna de ellas, a quien le regalaron una caja roja de chocolates Ambrosoli con forma de corazón, absolutamente ordinaria, y, por supuesto, la más barata, con la que creyó que era el mundo de mano de la frase “feliz día, mi amor, eres la estrellita que ilumina mi camino”.

Y seguramente creyó que el San Valentín era solamente para las mujeres, y no dio nada de vuelta con una parada totalmente creída, o, peor aún, regaló algo, pero absolutamente femenino, que sería mejor para una niña, por la cantidad de volados, rosado, peluche entre sus materiales. Aunque sí hay que reconocerle el hecho de “con mis propias manos, con amor” y con la cara mas increíblemente pava del mundo, creyendo que es el regalo perfecto.

Pero atina, mujer, eso tu hombre sólo lo aceptó por cortesía, y seguramente sólo lo sacará a la luz cuando estés tú en su pieza, donde también entran sus amigos y no querrá ser burlado; aunque si tiene mas inteligencia, simplemente lo guardará diciendo “amor de mi vida, lucecita de mi oscuridad, lo guardo porque es un tesoro preciado y no quiero que nadie me quite la felicidad de compartirlo y me lo rompan cuando hagan aseo acá”.

Ok, la última parte no fue tan poética, pero entienden mi punto.

Gracias a Dios, mi querido y adorado esgrimista, ese increíble personaje de barba de un par de días y vestimenta negra (y se ve mino… ¿y qué? Lo asumo a mucha honra) que suele acompañarme, no es así y, a diferencia de la mayoría de los hombres, recuerda que una de las características por las cuales el ser humano sobresale del resto de los animales es su capacidad de pensar y buscar ser original.

Puede que no llegue con corazones rojos de plástico y no escriba poemas copiados de Pablo Neruda o Béquer (y créanme que lo agradezco) pero él es auténtico y logró que mi primer 14 de febrero fuera sencillamente bacán, con todas sus letras.

¿Y saben por qué? Porque las mujeres no necesitamos que se nos haga fiesta todos los días (con el perdón de mis congéneres que aman esas ostentaciones los 365 días del año, y por eso sus novios, en buen chileno “se hacen caldo de cabeza” cada aniversario, cumpleaños y San Valentín para buscar que ese día sea diferente para ellas). Tienen que ver que a los niños, muchas veces el esfuerzo de hacer algo que no les guste es un pequeño regalo todos los días.

Tener paciencia cuando ven ropa y quedarse fuera del probador para darte su opinión, ayudarte en la cocina, irte a buscar a donde estés porque está oscuro a esa hora, no reírse burlonamente cuando te asustas de una película, escuchar cuando estas mal, no enojarse cuando te quedas dormida en su cama -e incluso dejarte dormir-, buscarte un pañuelo y agua cuando estas llorando, recordar cosas que dijiste hace 4 meses (o tener una buena justificación para no recordarlas) o conducir 1 hora desde donde esté sólo para estar contigo. Eso es un regalo, amigas mías, aunque ustedes no vean la boleta ni el papel de regalo, ni lo puedan ostentar con sus amigas.

Aunque sí, no me mal entiendan, una sorpresa más "grande" siempre es agradecida, pero insisto, no tiene por qué ser siempre, porque, o si no, ¿dónde queda lo especial del asunto?

Natty

sábado, 16 de febrero de 2008

Calzado con problemas de personalidad

Mi papá ni siquiera vive con sus hijas, pero puede reconocer de quien es cada zapato que queda tirado en su pieza (o cualquier parte de su casa). Sólo hay que escucharlo cualquier día de la semana cuando se va a acostar y tropieza con algo; “¡Natalia, dejaste tus zapatillas en la entrada!” Y lo increíble es que las había ido a comprar en la tarde y él ni siquiera estuvo ahí.

Y resulta que es verdad eso de que a uno se le reconoce por sus zapatos… y ahora me pregunto ¿Cómo sería calificada yo?; toda mi vida me he encargado de ser la que menos gasta en la casa, empezando por mis zapatillas. Aunque me muriera por esas de marca que todas las niñas estaban usando, yo buscaba la versión barata, esa que es igual hasta en el diseño del logotipo, pero con una ligera falta de ortografía. El problema era que a mi mamá no le gustaba esa idea y me comparaba unas buenas, aunque no fueran estéticamente agradables para mi; que terminaba escogiéndolas a regañadientes.

Mis pobres zapatos, zapatillas y demases terminaban hechos pedazos, mitad por molestia de no haber elegido los que yo quería, mitad porque nunca he cuidado un par en mi vida. Las únicos que he tratado con cariño fueron unas negras Skechers, que ayer tuve que pegarles la suela con La Gotita y disimular las costuras rotas con los Jeans.

Incluso ahora tengo miedo con mi más nueva adquisición, unas zapatillas azules con naranja Colloky (sí, y no me da vergüenza admitir que tengo un par de marca de ropa de guagua, pero si me quedan, que más da) que resultaron más bonitos puestos que en la caja, pero menos firmes de lo que creí. Siento que piso el concreto con cada paso, y les miro las costuras cada 10 minutos para ver si no se han desarmado ya. Bueno, pero por 15 mil pesos, no creo que se pueda esperar más.

En resumen, si cualquier persona que no me conociera mirara mis zapatillas, pensaría que soy alguien sin el más mínimo respeto por la plata que gastan en mi, además de calificarme como tremendamente desordenada (para eso mejor hojean mis cuadernos). Pero no me imagino tan así, por lo menos en lo primero, creo que el calzado que mejor me define son mis pantuflas, bautizadas cariñosamente por mi familia como “Comegalletas” en honor a cierto personaje de Plaza Sésamo con las mismas características físicas y sicológicas: grandes, torpes, toscas y parecieran que les van a dar una ataque de pánico en cualquier momento; porque más encima tienen cosidas unas tremendas estrellas rosadas con escarcha sobre la superficie verde con nudos y brillos de cada una.

Lo triste es que nadie puede ver a mis queridas pantuflas; ¡maldito sea el que definió el término casual en la moda!, no dejan que mis patitas muestren su verdadera personalidad. Pero que se le va a hacer, tendré que esperar a poder ganarme mi propia plata para poder elegir zapatos bonitos para mi, o ver los canales de moda rogando que a algún diseñador desquiciado diga que las zapatillas de descanso están de moda, lo que ocurra primero.

Mientras tanto mis pobres Comegalletas tendrán que esperar a la entrada de mi pieza, aguardando mi llegada; esperanzadas que llegue con la noticia que por fin podrán ser lanzadas en sociedad.

Natty

(Redacción creativa, primer semestre, 2005)
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...