jueves, 13 de mayo de 2010

De valentías y otras... ¡diablos!

Hoy me di cuenta que el valor que más aprecio en una persona es la valentía.

Sin desmerecer a la honestidad, lógicamente, pero creo que esto último es algo que deberían tener todos por defecto. Sin embargo, la valentía es un punto que puede diferenciar a una persona de un gran ser humano.

Y cuando hablo de valentía, me refiero al sentido amplio, no simplemente a hacer algo físico, como defenderte de alguien o saltar en bungee si te dan miedo las alturas. Creo que la valentía es una actitud constante en cada área en la que te desenvuelves, es el coraje con que vives cada día y defiendes lo tuyo, es jugártela hasta por lo más mínimo, aunque sean mínimas ganancias para los demás, o creas que en realidad no vale la pena, porque tienes esa sensación que en algún momento lo valdrá, para ti o para el resto.

Es un poco tarde que me de cuenta de la importancia de este valor para mi, sobre todo tomando en cuenta el color de mi túnica -que aun conserva Gatito-, pero supongo que nunca es tarde para darse cuenta de sus errores.


Lo peor de todo es que me di cuenta de esto viendo Glee… entre tanta canción hermosa que cantaron esta semana, la que más llegó a mi corazón fue ésta (y me asombra la capacidad de estos escritores de encontrar canciones que se apeguen tanto a la trama):




Cuando el título de este blog nació -como Musaraña, éste me eligió- mi concepto de valentía era justamente la visión más estrecha del asunto, para mi era simplemente “¿tienes las bolas para hacerlo o no?”. Y tenía el maravilloso ejemplo de las fotocopias para justificarme.


Por lo mismo, consideraba que la valentía era una mentira dada por la sociedad para obligarte a hacer cosas que no quieres. Pero aunque ahora sepa la verdad no pienso cambiarlo.


Demonios, ahora me siento una mentirosa.

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