Mi papá ni siquiera vive con sus hijas, pero puede reconocer de quien es cada zapato que queda tirado en su pieza (o cualquier parte de su casa). Sólo hay que escucharlo cualquier día de la semana cuando se va a acostar y tropieza con algo; “¡Natalia, dejaste tus zapatillas en la entrada!” Y lo increíble es que las había ido a comprar en la tarde y él ni siquiera estuvo ahí.
Y resulta que es verdad eso de que a uno se le reconoce por sus zapatos… y ahora me pregunto ¿Cómo sería calificada yo?; toda mi vida me he encargado de ser la que menos gasta en la casa, empezando por mis zapatillas. Aunque me muriera por esas de marca que todas las niñas estaban usando, yo buscaba la versión barata, esa que es igual hasta en el diseño del logotipo, pero con una ligera falta de ortografía. El problema era que a mi mamá no le gustaba esa idea y me comparaba unas buenas, aunque no fueran estéticamente agradables para mi; que terminaba escogiéndolas a regañadientes.
Mis pobres zapatos, zapatillas y demases terminaban hechos pedazos, mitad por molestia de no haber elegido los que yo quería, mitad porque nunca he cuidado un par en mi vida. Las únicos que he tratado con cariño fueron unas negras Skechers, que ayer tuve que pegarles la suela con
Incluso ahora tengo miedo con mi más nueva adquisición, unas zapatillas azules con naranja Colloky (sí, y no me da vergüenza admitir que tengo un par de marca de ropa de guagua, pero si me quedan, que más da) que resultaron más bonitos puestos que en la caja, pero menos firmes de lo que creí. Siento que piso el concreto con cada paso, y les miro las costuras cada 10 minutos para ver si no se han desarmado ya. Bueno, pero por 15 mil pesos, no creo que se pueda esperar más.
En resumen, si cualquier persona que no me conociera mirara mis zapatillas, pensaría que soy alguien sin el más mínimo respeto por la plata que gastan en mi, además de calificarme como tremendamente desordenada (para eso mejor hojean mis cuadernos). Pero no me imagino tan así, por lo menos en lo primero, creo que el calzado que mejor me define son mis pantuflas, bautizadas cariñosamente por mi familia como “Comegalletas” en honor a cierto personaje de Plaza Sésamo con las mismas características físicas y sicológicas: grandes, torpes, toscas y parecieran que les van a dar una ataque de pánico en cualquier momento; porque más encima tienen cosidas unas tremendas estrellas rosadas con escarcha sobre la superficie verde con nudos y brillos de cada una.
Lo triste es que nadie puede ver a mis queridas pantuflas; ¡maldito sea el que definió el término casual en la moda!, no dejan que mis patitas muestren su verdadera personalidad. Pero que se le va a hacer, tendré que esperar a poder ganarme mi propia plata para poder elegir zapatos bonitos para mi, o ver los canales de moda rogando que a algún diseñador desquiciado diga que las zapatillas de descanso están de moda, lo que ocurra primero.
Mientras tanto mis pobres Comegalletas tendrán que esperar a la entrada de mi pieza, aguardando mi llegada; esperanzadas que llegue con la noticia que por fin podrán ser lanzadas en sociedad.
Natty(Redacción creativa, primer semestre, 2005)
2 comentarios:
te quedó seco, me gusto muchisimo mas que tus cuento de ''parece ser pero no es''
senti como leer el suplemento alternativo chori de una revista top.
y en cuanto a tus zapatos... yo tambien te reconocería, la verdad tambien lo haría por tu ropa y también por el olorcito rico de natalia seguel.
te quiero
está genial, pense que simplemente hablabas de la vida, con una estupenda narracion, y resulta que es del 2005!!!
wooh
eres genialosa hermanita, me sorprenndes
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